The city and the bicycle

“Eh, tú, el de la bici, podrías apartarte un poco, ¿no?” – Ayer fue la tercera vez que me dicen eso mientras circulaba con mi bicicleta por una calle de Madrid.

Tengo la inmensa suerte que viviendo en el centro me puedo mover con ella a la mayoría de las reuniones que tengo (siempre que no sean muy lejos). Llevo seis meses circulando casi todos los días con ella, y aunque no existe una infraestructura como tal, el símbolo de la bicicleta está pintado en la mayoría de las vías lo cual ayuda a visibilizarnos. Intento ir por esos carriles algo escorado, y en general, siempre hay una buena convivencia con el resto de medios de transporte. Pero Madrid es muy grande, y somos muchos circulando, y cuando ayer escuché de nuevo ese comentario, pensé en qué pasaría si como ciclista cada vez que paro en un semáforo y dijera a mi alrededor:

  • “Eh, el de la camioneta, la hilera de humo que llevas detrás, te la podrías ahorrar, ¿no? Me estás arruinando los pulmones…”
  • “Eh, tú, el de la moto, vale ya de hacer ruido, ¿no? Vaya concierto que estáis dando a la salida de cada semáforo…”
  • “Eh, tú, el del coche, ¿no te das cuenta que ocupas mucha vía pública para transportar una sola persona? Vaya atasco que generas…”

Los ciclistas ni contaminamos, ni hacemos ruido, ocupamos poco espacio… mientras que nos arriesgamos continuamente con las externalidades negativas que producen el resto de vehículos en la carretera. Sin embargo, jamás me pararía a hacerles esas preguntas, más que nada porque moverme en la ciudad con la bicicleta me hace muy feliz y genera muy “buen rollo”. Con esa energía positiva sobre las dos ruedas lo único que se me ocurriría decirles es: