Entrevista publicada en el Norte de Castilla, 19/08/2014
Borja Santos Porras, Cooperante del Programa de Alimentos de la ONU en Etiopía | Este vallisoletano lleva tres años en el país africano con la ONU, que hoy celebra el Día de la Asistencia Humanitaria.
Que haya que celebrar un Día Mundial de Asistencia Humanitaria ya es de por sí un fracaso. Pero, entre las muchas inutilidades del papel global que ejerce la ONU, no está su Programa Mundial de Alimentos (PMA), que llega a 90 millones de personas en 80 países. El ingeniero Borja Santos Porras (Valladolid, 1982) lleva más de tres años en Etiopía, una aventura como profesional de la cooperación que inició con dos años de estancia en Ecuador. También pianista y fotógrafo, Santos Porras ha puesto su formación técnica al servicio de la logística, mientras la sensibilidad cultural le lleva a plasmar en imágenes la lucha por la vida de los lugares donde trabaja.
–¿Cuál es su labor exacta para la ONU en Etiopía?
–Intentar que se reduzca el riesgo de desastres relacionados con la seguridad alimentaria. ¿Cómo? Mejorando sus capacidades, proveyendo más información sobre qué población es más vulnerable y por qué, para poder planificar mejor dónde invertir sus recursos, en muchas ocasiones bastante limitados.
-Después de su experiencia en Ecuador ¿por qué eligió este país?
–Después de Ecuador, tuve la suerte de trabajar en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Etiopía es un país donde existe gran diversidad de programas de cooperación y el equipo de la oficina de la AECID tenía muy buena reputación, y necesitaban un perfil parecido al mío.
–¿Cuál es la situación real de urgencias alimentarias allí? ¿Podría darnos algún dato o comparativa con otros entornos en los que trabaja el Programa de Alimentos?
–En 2013 Etiopía ha sido el país donde el PMA ha tenido su mayor oficina sobre el terreno y se dio asistencia a más de seis millones de personas a través de varias modalidades de ayuda: emergencia, nutrición, protección social y refugiados, entre otros. Es un país con niveles de crecimiento muy altos y con políticas gubernamentales muy centradas en proveer a toda la población de niveles mínimos de educación, salud y servicios básicos. Pero sigue siendo mayoritariamente rural, practicando una agricultura que depende de la lluvia sin mecanismos suficientes para conservar el agua; por lo que es muy vulnerable ante los cambios climáticos. A eso hay que añadir la gran cantidad de refugiados que siguen llegando: casi 500.000 personas venidas de Sudán del Sur, Somalia o Eritrea.
-A pesar de sus carencias, Etiopía comparte con sus países vecinos lo poco que tienen. ¿Cómo es trabajar en este contexto?
-La realidad en África es más compleja de lo que parece. Los organismos internacionales juegan un gran papel de apoyo, pero en muchos de los casos quienes primero asisten a los refugiados son las comunidades locales en la frontera; son los médicos y enfermeros etíopes quienes día a día dan asistencia sanitaria con sus limitados recursos a sus vecinos. Fortalecer sus capacidades a medio plazo es lo más viable y justo.
Grandes avances
–En estos tres años ¿percibe que ha habido mejoras en la zona?
–La tasa bajo el umbral de la pobreza ha descendido en los últimos años (45,5% en 1995 hasta 27,8% en 2012, según el Ministerio de Economía Etíope), aunque se partía de índices de pobreza muy altos. He visto una gran progresión en seguridad alimentaria para proteger a la población antes de una crisis. Se ha implementado una red de protección social que ya casi cubre a la mayoría de la población vulnerable. Nuestro Programa está duplicando año tras año las compras a campesinos locales para avanzar hacia la autosuficiencia del país.
–¿No siente muchas veces que su labor es un grano de arena en un desierto de necesidades?
–El impacto depende de muchos factores, no solo locales sino también internacionales. Por ello, la coherencia de políticas de cada país es fundamental, así como factores muy relevantes, como la dependencia de los precios de los alimentos a la especulación en una bolsa internacional. También fenómenos recientes como la compra masiva de tierras de unos países a otros, puede tener grandes efectos. Sin olvidar el cambio climático. Y al final, en un mundo globalizado nuestro modo vida tiene también un impacto. Por lo que la búsqueda de la coherencia es un objetivo que todos debemos perseguir para luchar contra el hambre.
–¿Hay alguna fecha en esas estrategias oficiales tipo Objetivos del Milenio, que sitúe un horizonte en el que ya no sean necesarios estos programas?
–El primer Objetivo de Desarrollo del Milenio especifica que entre 1990 y 2015 se debe reducir a la mitad el porcentaje de hambre. El cuarto reclama que la mortalidad infantil de los niños menores de cinco años se reduzca en dos terceras partes. Etiopía ha cumplido ya el cuarto objetivo reduciendo la mortalidad infantil en más de un 67%.
-También ha investigado sobre las costumbres del país y ha documentado en imágenes esa experiencia.
–En Etiopía es fácil querer hacer fotografías: un país con lengua y alfabeto único, un baile único, decenas de etnias diferentes de una belleza incomparable, con una increíble diversidad de paisajes y apenas colonizado. Intento que la fotografía muestre la realidad de personas que por su valía o por su situación de vulnerabilidad merezcan visibilidad. (Están en la web: www.borjasantosporras.org).